viernes, 7 de noviembre de 2014

IV. Un terrible drama


Kammamuri no se lo hizo repetir dos veces. Se sentó en medio de un montón de terciopelos arrugados, salpicados aquí y allá de fango y, después de haber permanecido algunos instantes callado, como para reunir las ideas, dijo:
—Tigre de la Malasia, ¿ha oído hablar de los Sundarbans del sagrado Ganges?
—No conozco aquellas tierras —respondió el pirata—, pero sé que es el delta de un río. ¿Quieres hablar de los bancos que obstruyen la desembocadura de la gran riada?
—Sí, de los grandes e innumerables bancos cubiertos de perros gigantes, y poblados de feroces animales, que se extienden por muchas millas desde la desembocadura del Hugli hasta aquella del Ganges. Mi amo había nacido allí en medio, en una isla que se llama la jungla negra. Era bello, fuerte, valiente, el más valiente que haya encontrado en mi vida azarosa. Nada lo hacía temblar: ni el veneno de la cobra de anteojos, ni la fuerza prodigiosa de la pitón, ni las garras del gran tigre de Bengala, ni el lazo de sus enemigos.
—¿Su nombre? —preguntó el pirata—, quiero conocer a este héroe.
—Se llamaba Tremal-Naik, el cazador de tigres y de serpientes de la jungla negra.
El Tigre de la Malasia ante aquel nombre se alzó, mirando muy fijo al maratí.
—¿Cazador de tigres, has dicho? —preguntó.
—Sí.
—¿Por qué tal apodo?
—Porque cazaba a los tigres de la jungla.
—Un hombre que enfrenta a los tigres no puede ser más que un valiente. Sin conocerlo, siento ya que amo a aquel orgulloso indio. Continúa: me pongo impaciente.
—Una tarde, Tremal-Naik regresaba de la jungla. Era una tarde magnífica, una verdadera tarde de Bengala; dulce y perfumado era el aire, aún ardiendo el horizonte y débilmente estrellado el firmamento. Había ya recorrido un largo trecho sin encontrar un alma viva, cuando se le irguió delante, a menos de veinte pasos, entre un arbusto de mussaenda, una joven de maravillosa belleza.
—¿Quién era?
—Era una criatura de cutis rosado, con los cabellos negros y los ojos grandes. Lo miró fijo por un instante con mirada melancólica, luego desapareció. Tremal-Naik fue tan vivamente tocado en el corazón que ardió de amor por aquella aparición. Pocos días después un delito era cometido sobre las orillas de una isla que se llama Rajmangal. Uno de los nuestros, que había ido allí a cazar un tigre, fue encontrado muerto con un lazo al cuello.
—¡Oh...! —exclamó el pirata al colmo de la sorpresa—. ¿Quién podía haber estrangulado a un cazador de tigres?
—Sea paciente y lo sabrá. Tremal-Naik, como le dije, era un hombre valiente. Me llevó consigo y desembarcamos a la medianoche en Rajmangal, resueltos a vengar a nuestro desventurado compañero. Primero oímos rumores misteriosos que salían de debajo de la tierra, luego del tronco de un gigantesco baniano aparecieron varios hombres desnudos, extrañamente tatuados. Aquellos hombres eran los asesinos del pobre cazador de tigres.
—¿Pues bien? —preguntó el pirata, cuyos ojos brillaban de alegría.
—Tremal-Naik no vacilaba nunca. Un tiro de carabina bastó para arrojar por tierra al jefe de aquellos indios, luego huimos.
—¡Bravo Tremal-Naik! —exclamó el Tigre con entusiasmo—. Continúa. Me divierte más oír esta historia que abordar un navío cargado del mineral amarillo.
—Mi amo, para hacer perder el rastro a aquellos hombres que se habían puesto a perseguirnos, se separó de mí y se refugió en una gran pagoda donde encontró... ¿adivine a quién?
—¿A la joven, quizá?
—Sí, a la joven, que estaba prisionera de aquellos hombres.
—¿Pero quiénes eran?
—Los adoradores de una divinidad feroz que no codicia mas que víctimas humanas. Se llama Kali.
—¿La terrible diosa de los thugs indios?
—La diosa de los estranguladores.
—Aquellos hombres son más feroces que los tigres. ¡Oh! Los conozco —dijo el pirata—. Tuve alguno en mi banda.
—¡Un thug en su banda! —exclamó el maratí, estremeciendo—. Estoy perdido.
—No tengas miedo, Kammamuri, un tiempo tuve alguno, pero ahora no lo tengo más. Continúa tu relato.
—La niña, que ya amaba a mi amo, conociendo cuáles peligros lo cercaban, le suplicó partir al instante; pero él no era hombre de tener miedo. Permaneció ahí en espera de los feroces thugs, resuelto a medirse con ellos y, pudiendo, raptar a la prisionera. ¡Pero ay de mí! Había confiado demasiado en sus fuerzas. Poco después, doce hombres armados de lazos entraban y se arrojaron contra él, a pesar de su obstinada defensa, fue derribado, atado y luego apuñalado por el jefe de los estranguladores, el feroz Suyodhana.
—¿Y no murió? —preguntó Sandokan, que se interesaba bastante.
—No —continuó Kammamuri—, no murió porque más tarde lo encontré en medio de la jungla, ensangrentado, con el puñal aún en el pecho, pero todavía vivo.
—¿Y por qué lo habían arrojado en la jungla? —preguntó Yanez.
—Para que los tigres lo devorasen. Lo llevé a nuestra cabaña y después de mucho cuidado se recuperó, pero su corazón permanecía herido por los ojos negros de la joven, ni podría jamás recuperarse. Un día, después de haber escapado a varias emboscadas tendidas por los thugs, resolvió partir para Rajmangal, decidido a todo para volver a ver a la criatura amada. Nos embarcamos de noche, durante un huracán, descendimos el Mangal y arribamos a la isla. Ningún hombre velaba a la entrada del baniano y nos dejamos caer bajo tierra, adentrándonos en oscurísimos corredores. Habíamos sabido que los thugs, no habiendo logrado extirpar del corazón de la joven de los ojos negros el amor por Tremal-Naik, habían decidido quemarla viva, para calmar la ira de la monstruosa diosa, y nosotros corríamos a salvarla.
—¿Pero por qué le estaba prohibido a aquella mujer amar? —preguntó Yanez.
—¡Porque ella era la guardiana de la pagoda consagrada a la diosa Kali y, como tal, debía mantenerse pura!
—¡Qué raza de tunantes!
—Continúo: después de haber atravesado largos corredores y haber matado a los centinelas, nos encontramos en una inmensa sala sostenida por cien columnas e iluminada por una infinidad de lámparas, que esparcían alrededor una luz cadavérica. Doscientos indios, con los lazos en mano, estaban sentados alrededor. En medio se erguía la estatua de la diosa delante de la cuenca donde nadaba un pececillo amarillo, que se dice contiene el alma de la diosa y más allá se erguía una gran hoguera. A la medianoche he aquí que apareció el jefe Suyodhana, con sus sacerdotes que arrastraban a la infeliz muchacha, ya embriagada de opio y misteriosas fragancias. Ella ya no oponía ninguna resistencia. Ya no distaban mas que pocos pasos de la hoguera; ya un hombre había encendido una antorcha, ya los thugs habían entonado la plegaria de los difuntos, cuando Tremal-Naik y yo nos lanzamos como leones en medio de la horda, descargando nuestras armas a diestra y siniestra. Hundir aquella muralla humana, arrebatar a la joven de las manos de los sacerdotes y huir a través de las oscuras galerías, fue cosa de un solo momento. ¿A dónde huíamos? Ninguno de nosotros lo sabía, pero no lo pensábamos en aquel supremo instante. No intentábamos más que ganar camino a los thugs que repuestos del espanto, se habían enseguida lanzado sobre nuestros rastros. Corrimos por una buena hora adentrándonos siempre más en las vísceras de la tierra, hasta que, habiendo encontrado un pozo, nos dejamos caer de a poco dentro de una caverna que no tenía salida. Cuando intentamos subir era demasiado tarde: ¡los thugs nos habían encerrado dentro!
—¡Maldición! —exclamó Sandokan— ¿Por qué no estaba yo con mis cachorros? Habría hecho una mermelada de todos aquellos sanguinarios indios. Cuenta, maratí mío; tu historia es interesantísima. Dime, ¿huyeron?
—No.
—¡Mil truenos!
—Nos asediaron estrechamente, nos dieron sed encendiendo alrededor de la caverna inmensos fuegos que nos asaban vivos, luego dejaron irrumpir sobre nosotros un chorro de agua a la cual había sido mezclado no sé qué narcótico. Apenas apagamos nuestra sed, nos desplomamos al suelo como golpeados por un síncope y caímos sin resistencia en las manos de nuestros enemigos. Estábamos ya resignados a morir, porque ninguno de nosotros ignoraba que la piedad es desconocida a los thugs, no obstante fuimos perdonados. La muerte era demasiado dulce para aquellos hombres. En la mente infernal de Suyodhana, el jefe de los estranguladores, ya se había formado un terrible proyecto que tenía por objeto arrancar del corazón de la joven el amor por Tremal-Naik y de desembarazarse de mi amo, que habría podido volverse para ellos un formidable enemigo. Deben saber que en aquel tiempo un hombre valiente, resuelto, a quien había sido raptada su hija por los thugs, hacía a estos una guerra encarnizada. Aquel hombre era un inglés y se hacía llamar el capitán Macpherson. Cientos y cientos de thugs habían caído por su mano, y día y noche él perseguía a los otros sin tregua, potentemente ayudado por el gobierno inglés. Ni los lazos de los estranguladores, ni los puñales de los más fanáticos sectarios habían llegado a golpearlo, ni las más infernales tramas habían tenido éxito contra él. Suyodhana, que le temía bastante, le lanzó en su contra a Tremal-Naik, prometiéndole por compensación la mano de la virgen de la pagoda de Oriente, así denominaban a la joven de los cabellos negros tan amada por mi amo. ¡La cabeza del capitán debía ser el regalo de boda!
—¿Y Tremal-Naik aceptó? —preguntó el Tigre, con viva ansiedad.
—Él amaba demasiado a la virgen y aceptó el horrible pacto de sangre impuesto por el hijo de las sagradas aguas del Ganges, el despiadado Suyodhana. No le narraré todo aquello que emprendió, todos los peligros que debió afrontar para poder acercarse a aquel desgraciado capitán. Una fortuita combinación le procuró el medio de poder volverse uno de sus sirvientes, pero un día fue descubierto y debió bregar demasiado para recuperar la libertad y salvar la vida. No renunció sin embargo al proyecto planteado por los thugs, y un día logró embarcarse sobre una nave que el capitán Macpherson guiaba hacia los Sundarbans para asaltar en su cueva a los secuaces de la sanguinaria diosa. La misma noche, escoltado por algunos cómplices, entraba en el camarote del capitán para decapitarlo. Su conciencia le gritaba de no cometer aquel delito, porque aquel hombre debía ser sagrado para él y su sangre se rebelaba a cometer aquel asesinato; sin embargo estaba decidido, porque solamente matando a aquel formidable adversario habría podido tener a su prometida, o al menos lo creía, no conociendo aún la infernal perversidad del fanático Suyodhana.
—¿Y lo mató? —preguntaron Sandokan y Yanez, con ansiedad.
—No —dijo Kammamuri—. En aquel supremo instante el nombre de la mujer amada escapó de los labios de mi amo, y aquel nombre había sido oído por el capitán que estaba por despertarse. Aquel nombre fue un golpe de relámpago para ambos: ahorró un asesinato y un horripilante delito, porque aquel capitán era el padre de la mujer amada por mi amo.
—¡Por Júpiter...! —exclamó Yanez— ¿Qué historia tremenda nos narras...?
—La verdad, señor Yanez.
—¿Pero tu amo no conocía el nombre de su prometida...?
—Sí, pero el padre había asumido otro, para no hacer comprender a los thugs que él luchaba para recuperar a su hija, y porque temía que, conociéndolo, la matasen.
—Continúa —dijo Sandokan.
—Lo que ocurrió pueden imaginárselo. Mi amo confesó todo: había finalmente comprendido la infernal astucia de Suyodhana. Se ofreció al capitán para guiarlo en las cavernas de los sectarios. Desembarcaron en Rajmangal, mi amo entró en el templo subterráneo fingiendo llevar consigo la cabeza del capitán, y cuando pudo volver a ver a la niña amada, los ingleses cayeron sobre los thugs, Suyodhana, no obstante, había salido vivo del asalto inesperado de los enemigos, y cuando mi amo, el capitán, la prometida y sus soldados dejaron los subterráneos para regresar a su nave, lo oyeron gritar con voz amenazadora: “¡Nos volveremos a ver en la jungla...!”. Y aquel hombre siniestro mantenía la palabra. En Rajmangal se habían reunido varios centenares de estranguladores, habiendo sido ya informados de la expedición del capitán Macpherson. Guiados por Suyodhana, cayeron, veinte veces más numerosos, sobre los ingleses. La tripulación de la nave en vano acudió en ayuda de su capitán. Todos cayeron entre las hierbas gigantes de la jungla, aplastados por el número, y el capitán primero de todos. Incluso la nave fue capturada, incendiada y hecha saltar por el aire. Solo Tremal-Naik y su prometida habían sido perdonados. ¿Tenía remordimientos, Suyodhana, en matar también a mi amo que tanto había hecho por aquellos infames, o bien esperaba hacer de él un thug...? Nunca lo supe. Pero tres días después, mi amo, que había enloquecido mediante un licor vertido en la boca, era arrestado por las autoridades inglesas, cerca del fuerte William. Había sido denunciado como thug y los testimonios no faltaron, contando aquella secta con numerosos seguidores incluso en Calcuta. Fue perdonado porque estaba loco, pero condenado a deportación perpetua a la isla Norfolk, una tierra que se encuentra al este de una región que se llama Australia, así me dijeron.
—¡Qué espantoso drama! —exclamó el Tigre de la Malasia, después de algunos instantes de silencio—. ¿Tan intensamente aquel Suyodhana odiaba a aquel desventurado Tremal-Naik?
—El jefe de los sectarios quería, haciendo decapitar al capitán por mi amo, destruir para siempre la pasión que ardía en el corazón de la virgen de la pagoda.
—Era un monstruo aquel feroz jefe de los thugs.
—¿Pero tu amo está entonces loco? —preguntó Yanez.
—No, los médicos ingleses lograron curarlo.
—¿Y no se defendió? ¿No reveló todo...?
—Lo intentó, pero no fue creído y tratado todavía como medio loco.
—¿Pero por qué se encuentra en Sarawak...?
—Porque el leño que lo transportaba a Norfolk naufragó cerca de Sarawak. Desgraciadamente en las manos del rajá no estará mucho.
—¿Y cómo es eso?
—Porque una nave ya ha partido de la India, y dentro de seis o siete días, si mis cálculos no me engañan, llegará a Sarawak. Aquella nave se dirige a Norfolk.
—¿Cómo se llama aquella nave?
—El Heligoland.
—¿La has visto?
—Antes de dejar la India.
—¿A dónde ibas con la Young-India?
—A Sarawak, a salvar a mi amo —dijo Kammamuri con firmeza.
—¿Solo?
—Solo.
—Eres un joven audaz, maratí mío —dijo el Tigre de la Malasia— ¿Y de la virgen de la pagoda de Oriente, qué hizo el terrible Suyodhana?
—La tenía prisionera en los subterráneos de Rajmangal, pero la desgraciada, después del sangriento asalto de los thugs en la jungla, había enloquecido.
—¿Pero cómo huyó de las manos de los thugs? —preguntó Yanez.
—¿Ha huido quizá? —preguntó Sandokan.
—Sí, hermanito.
—¿Y dónde se encuentra?
—Lo sabrás más tarde. Nárrame Kammamuri en qué modo huyó —dijo Yanez.
—Se lo diré en dos palabras —dijo el maratí—. Yo había permanecido con los thugs, incluso después de la atroz venganza de Suyodhana, y velado atentamente sobre la virgen de la pagoda. Sabido, después de algún tiempo, que mi amo había sido condenado a la isla Norfolk y que la nave que lo transportaba había naufragado en Sarawak, medité la fuga. Compré una canoa, la escondí en medio de la jungla, y una noche de orgía, mientras los thugs, completamente borrachos, no eran más capaces de salir de sus subterráneos, me dirigí a la pagoda sagrada, apuñalé a los indios que la custodiaban, aferré entre los brazos a la virgen y huimos. Al día siguiente estaba en Calcuta y cuatro días después a bordo de la Young-India.
—¿Y la virgen? —preguntó Sandokan.
—Está en Calcuta —se apresuró a decir Yanez.
—¿Es bella?
—Bellísima —dijo Kammamuri—. Tiene los cabellos negros y los ojos espléndidos como carbúnculos.
—¿Y se llama?
—Virgen de la pagoda, le he dicho.
—No tiene ningún otro nombre.
—Sí.
—Dímelo.
—Se llama Ada Corishant.
A aquel nombre, el Tigre de la Malasia había dado un brinco, arrojando un alarido.
—¡Corishant...! ¡Corishant...! ¡El nombre de la adorada madre de mi pobre Marianna...! ¡Dios...! ¡Dios...! —aulló con acento desesperado.
Luego se desplomó sobre la alfombra con la cara horriblemente descompuesta y las manos contraídas sobre el corazón. Un rauco sollozo, que parecía un rugido, laceró su pecho.
Kammamuri, espantado, sorprendido, se había alzado para acudir en ayuda del pirata, que parecía hubiese sido golpeado de muerte, pero dos manos robustas lo detuvieron.
—Una palabra —le dijo el portugués, manteniéndolo estrechado por los hombros—. ¿Cómo se llamaba el padre de aquella jovencita?
—Harry Corishant —respondió el maratí.
—¡Dios mío! ¿Y era?
—Capitán de los cipayos.
—¡Fuera de aquí!
—¿Pero por qué...? ¿Qué ha sucedido...?
—¡Silencio, fuera de aquí!
Y, volviéndolo a aferrar por los hombros, lo empujó bruscamente fuera de la puerta, que volvió a cerrar con un doble giro de llave.

ACLARACIONES DE LA TRADUCCIÓN

Excelente resumen de la primera novela y finalmente nos enteramos del trágico destino del capitán Corishant.

Sundarbans: “Sunderbunds” en el original, es parte del golfo de Bengala y constituye el bosque más grande de manglar (hábitat formado por árboles tolerantes a la sal) del mundo. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997. Se extiende a través de Bangladés y la India abarcando 139.500 ha.

Ganges: “Gange” en el original, es un importante río que recorre el oeste de India de norte a sur. Nace en el Himalaya y desemboca formando el mayor delta del mundo, en el golfo de Bengala. Considerado sagrado, a sus aguas suelen arrojarse los cuerpos enteros de personas, lo que genera gran contaminación.

Bancos: En los mares, ríos y lagos navegables, bajo que se prolonga en una gran extensión.

Riada: “Fiumana” en el original, es avenida, inundación, crecida.

Hugli: “Hugly” en el original, es un río que conforma el tramo final del Ganges, hasta la desembocadura en el golfo de Bengala.

Jungla negra: El nombre de la isla indicada por Kammamuri como lugar de nacimiento de Tremal-Naik no existe. A esta altura ya están al tanto de que es el nombre de la novela donde transcurre la historia que narra el maratí (Los misterios de la jungla negra).

Cobra de anteojos: “Cobra-capello” en el original, llamada “cobra india” o “cobra de anteojos” (Naja naja), es una especie de serpiente venenosa de la India. Es famosa por el capuchón que despliega alrededor de su cabeza cuando se encuentra excitada o amenazada.

Tigre de Bengala: También conocido como tigre de Bengala real o tigre indio es la subespecie más grande.

Mussaenda: “Mussenda” en el original, es un género de plantas con flores rosadas.

Rajmangal: Sigo sin encontrar ninguna referencia a esta supuesta isla, sin embargo, el nombre está tomado del río Raimangal —llamado Mangal en las novelas—. Según la edición de las novelas de Sandokan, se puede encontrar el nombre Rajmangal o Raimangal. Me decidí por el primero, más que nada, para no confundirlo con el nombre del río.

Baniano: “Banian” en el original, es el nombre común del Ficus benghalensis. También llamado higuera de Bengala, es un árbol importante dentro de la religión Hindú. De pequeños frutos rojos, se caracteriza por tener múltiples troncos suplementarios, nacidos de raíces provenientes de sus ramas.

Mineral amarillo: “Minerale giallo” en el original, obviamente hace referencia al oro.

Thugs: Miembros de la fraternidad secreta de los estranguladores, adoradores de la diosa Kali.

Ay de mí: “Ohimè” en el original, la traducción literal es la interjección en desuso “Aymé” que significa justamente ay de mí.

Mangal: Hace referencia al río Raimangal que desemboca en el golfo de Bengala. No encontré documentos donde se lo llamara así, pero no lo modifiqué para diferenciarlo de la supuesta isla de Rajmangal.

“Pececillo amarillo”: “Pesciolino rosso”, en el original, que traducido es “pececillo rojo”. Este “error” ya se dio en el capítulo 6 de “Los misterios de la jungla negra”. Aparece por primera vez en el capítulo 5 y lo nombra siempre como pececillo amarillo o dorado, por eso el ajuste en la traducción actual.

“Hijo de las sagradas aguas del Ganges”: En realidad en el original dice “padre delle sacre acque del Gange”, o sea, “padre” y no “hijo”. Modifiqué la traducción ya que en “Los misterios de la jungla negra” es así como se refieren a Suyodhana.

Fuerte William: Construido en 1758, está ubicado en la orilla este del Río Hugli en Calcuta. Lleva el nombre del rey Guillermo III de Inglaterra e Irlanda y II de Escocia. Está en frente del Maidan, el mayor parque urbano de la ciudad.

Isla Norfolk: Territorio externo de Australia compuesto de tres islas en el océano Pacífico situado entre Australia, Nueva Zelanda y Nueva Caledonia. La isla tiene una superficie de 34 km². Durante los S. XVIII y XIX fue utilizada como penal por el gobierno británico. Así se enviaba a los convictos que consideraban irrecuperables y que estaban a un paso de la pena capital.

“...una tierra al este de una región...”: En realidad en el original dice “...una terra al sud d’una regione...”, o sea, “sur” y no “este”. Modifiqué la traducción debido a que la ubicación real de la isla Norfolk es al este de Australia. También podría haber dejado, al sur de Australia, y considerarse desconocimiento de Kammamuri, o de quien le pasó el dato.

Heligoland: “Helgoland” en el original. Nombre tomado de una pequeña isla triangular de 2 km de longitud al norte de Alemania. En italiano y alemán se escribe “Helgoland”. En inglés y castellano, “Heligoland”. Como el buque es inglés, decidí cambiarlo. La isla originalmente se llamaba “Heyligeland”, o "holy land" (tierra santa).

Carbúnculo: Rubí.

Cipayos: “Sipai” en el original, son los soldados indios de los siglos XVIII y XIX al servicio de Francia, Portugal y Gran Bretaña.

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