viernes, 19 de julio de 2013

XXVIII. El acecho


Cuando el viejo thug y Tremal-Naik abandonaron la casucha del ramanandi, el sol ya había desaparecido y la oscuridad descendía rápida sobre las aguas del sagrado río.
A breve distancia les seguían los seis hombres de la ballenera armados de pistolas y de puñales para protegerlos en caso de que fueran descubiertos por el capitán o por sus cipayos, cosa no improbable teniendo que ir a la cita de Nimpor. Junto a las orillas del Ganges, los ocho indios se embarcaron en la ballenera y se hicieron a la mar descendiendo la riada gigante.
Era una noche espléndida y calma. En el cielo, miríadas de estrellas brillaban trémulas, reflejándose en el río, mientras la luna comenzaba a asomarse detrás de las altas cimas de las florestas y las selvas de campanarios, de agujas y de cúpulas de las numerosas pagodas, haciendo centellear la doradura de aquellos majestuosos monumentos del arte indio.
Bandas de marabúes argala, de busardos y de cigüeñas negras, de ibis morenas, de patos brahmánicos y de cormoranes surcaban el cielo, yendo a posarse sobre las cimas de las pagodas o sobre los tejados de las casas o entre las anchas hojas del loto, mientras en el agua centelleaban las lucecitas confiadas a las sagradas corrientes por las trepidantes esposas de marineros hindúes para traer los felices augurios.
Aquellas llamitas, puestas dentro de cocos y lanzadas por centenares, describían líneas caprichosas, ondulando aquí y allí, atentamente seguidas por las indias agrupadas en las riberas del sagrado río. Cuando alguno de estos fuegos tocaba felizmente la orilla opuesta, signo de buen augurio, de un regreso próximo del marinero navegante del Océano Índico, gritos de alegría se alzaban entre aquellos grupos y la afortunada mujer que lo había confiado a la ola sagrada podía volverse tranquila a su morada, segura de la protección de su divinidad.
Hacia el curso inferior del río, una luz viva, proyectada en lo alto, como una neblina fosforescente, de las miríadas de fanales indican la Ciudad Blanca, mientras más al sur dos interminables haces de puntos luminosos, dispuestos paralelamente el uno del otro, señalaban las naves y las barcas ancladas a lo largo de las orillas de la riada.
La ballenera que descendía la corriente con la rapidez de una flecha, bajo el poderoso impulso de los seis remeros, giró en medio de las primeras líneas de ghrab, pulwar, bagalas y buques europeos, luego dobló bruscamente hacia la orilla izquierda arribando delante de una pequeña escalinata ya media en ruinas y que llevaba a una vieja pagoda.
—Síganme —dijo el viejo thug.
La ballenera fue atada y todos desembarcaron subiendo la gradería.
Delante de la pagoda Tremal-Naik vio al faquir del brazo anquilosado. Estaba sentado en el último escalón y se había cubierto su delgado cuerpo con una amplia dupatta de color oscuro.
—Buenas noches, Nimpor —dijo el viejo thug—. Estaba seguro de encontrarte aquí.
—Y yo los esperaba —respondió el purrun-hungse sin siquiera alzar los ojos.
—¿Has podido saber algo...?
—No, pero tengo mis buenas razones para creer que el capitán se encuentra en su palacete.
—¿No lo has visto?
—No.
—¿Cómo haremos para asegurarnos que se encuentra en aquel lugar...?
—¡Escucha...!
A lo lejos se oían tamborear, con creciente estrépito, los khol y los dholak, especie de tambores muy usados por los indios. Parecía que los ejecutantes se acercaban con cierta rapidez a la pagoda.
—¿Una orquesta? —preguntó el viejo thug.
—Los sapwala —respondió el faquir, con una sonrisa.
—¿Y qué vienen a hacer...?
—Lo sabrás más tarde. ¡Mira...!
El thug y Tremal-Naik habían subido al último escalón para poder abarcar mejor el horizonte. A lo largo de la orilla vieron avanzar un gran número de antorchas que dejaban detrás miríadas de chispas.
Una procesión venía adelante, entre el tamborear furioso de los dholak y de los khol, serpenteando a lo largo del Ganges, dirigiéndose hacia la pagoda.
—Comprendo —dijo el thug.
—Vayan a esperarnos al palacete —dijo el faquir.
—¿Será allí que tendrá lugar la fiesta...?
—Sí.
—Ven, Tremal-Naik —dijo el thug.
Descendieron la gradería opuesta pasando por detrás de la pagoda y atravesada una pequeña explanada sombreada por algunos cocos y por algunos bananos de hojas gigantescas, se detuvieron delante de un gracioso bungalow de piedra blanca, coronado por un techado piramidal de zinc y cercado por una espaciosa veranda sostenida por un gran número de columnas de madera pintadas de azul.
Dos hileras de borasos, espléndidas palmeras que se elevaban por doce o quince metros y de forma esbelta, elegante, coronadas por grandes hojas que medían con frecuencia hasta un metro y medio y dispuestas como quitasoles, lo protegían contra los tórridos rayos solares.
Las ventanas de aquella graciosa vivienda estaban abiertas, pero no se veía ninguna luz brillar en el interior. Aquel palacete debía estar no obstante habitado, porque en la puerta velaba un cipayo armado de fusil y de bayoneta.
—¿El bungalow del capitán? —preguntó Tremal-Naik con voz sofocada.
—Sí —respondió el thug.
—¿Estará aquí el hombre que debo matar?
—Quizá.
—¡Ah...! ¡Si pudiera entrar...!
—Serás enseguida atrapado. ¿Crees tú que hay un solo cipayo...? El capitán es un hombre prudente y estará rodeado por un buen número de fieles soldados.
—¿Y entonces...? —preguntó Tremal-Naik con ansiedad.
—Deja pensar a los dos faquires. Vamos a sentarnos bajo aquel banano que proyecta una densa sombra y esperemos a los encantadores de serpientes.
Mientras tanto, la procesión, que debía ser muy numerosa por el estrépito que hacían los instrumentos musicales y por los gritos que se oían, avanzaba con mayor rapidez.
Muy pronto las primeras luces se vieron aparecer sobre la gradería del templo, proyectando una luz vivísima sobre los monstruos que ornamentaban las altas y macizas columnas. No eran verdaderamente lámparas, sino astas de hierro terminadas en una especie de jaula dentro de las cuales ardían rollos de algodón empapados en aceite perfumado.
El cortejo de los sapwala se detuvo algunos instantes sobre la explanada del templo para rendir homenaje a la divinidad a la que estaba dedicado, luego descendió la gradería opuesta redoblando el estrépito.
Se componía de más de doscientas personas. En primera línea, capitaneados por Nimpor, venían los sapwala, o sea encantadores de serpientes, vestidos con un simple languti que cubría apenas sus caderas y provistos de su pungi, especie de flautas formadas con una caña de bambú. Detrás de ellos venían los portadores de las serpientes que resistían sobre la cabeza las cestas redondas, cuidadosamente cerradas y llenas de serpientes de todo tipo, luego otros hombres que llevaban las calderas repletas de leche destinadas a nutrir a estos peligrosos reptiles.
Seguían veinte ejecutantes, algunos provistos de khol, tambores considerados generalmente sagrados, formados de terracota y cubiertos de piel en las dos extremidades una más grande que la otra para dar dos sonidos diferentes; otros de dholak, tambores más pequeños que dan un sonido más agudo y de dumps mucho más grandes que los dos primeros, de forma octogonal y que se batían con las manos.
No faltaban no obstante los instrumentos de viento y de cuerda: había ejecutantes de tarpu, instrumento que se parece un poco a la cornamusa de nuestros pastores, de bansuri, especie de flauta de pico y también de sarinda, un violín que se toca con un arco formado por cuerdas de algodón.
Últimos venían seis u ocho docenas de faquires pertenecientes a castas diversas, sanniasines, nanakpanthi, dandi y nagas, llevando las astas de hierro ardiente o las vasijas de terracota llenas de materiales inflamables.
El cortejo, atravesada la pequeña explanada, se detuvo delante del palacete del capitán, redoblando el estrépito y formó un amplio círculo.
La luz proyectada por todas aquellas lámparas era tan intensa, para iluminar como en pleno día la fachada del palacete, de modo que se podía distinguir de inmediato a cualquier persona que se mostrara o en la veranda o en las ventanas. Los encantadores de serpientes esperaron a que los músicos terminasen su pieza, luego se agruparon en el centro del círculo haciendo colocar en tierra las cestas conteniendo los reptiles.
Eran todos bellísimos hombres, de estatura bastante alta, de musculatura poderosa y con rostros muy barbudos que les daban un aspecto salvaje y a la vez orgulloso.
Mientras se disponían a abrir las cestas, Nimpor se había deslizado entre los faquires y teniendo siempre en alto su brazo repugnante, había dado la vuelta al palacete deteniéndose entonces bajo el banano donde se encontraban Tremal-Naik y el viejo thug.
—No pierdan de vista las ventanas —dijo—. Si el capitán está aquí, se mostrará por cierto.
—No arrancaremos la mirada un solo instante —respondió el thug.
—Voy a estar allí —dijo el faquir—. Soy viejo pero la vista es siempre buena. Después de la partida de los sapwala me esperarán en la pagoda.
Los encantadores de serpientes, mientras tanto, habían preparado sus instrumentos. Formado un pequeño círculo dentro del de los espectadores, se habían puesto a tocar, sacando de aquellas flautas aires dulces, melancólicos, interpolados por modulaciones extrañas y notas agudas pero que de súbito se amortiguaban.
Oyendo aquellos sonidos, las cestas conteniendo los reptiles habían comenzado a agitarse, mientras que las tapas poco a poco se levantaban. De repente vio aparecer a un reptil de escamas amarillas parduzcas, con el cuello enormemente hinchado, de cuerpo grueso como un puño y largo de unos dos metros. Era una cobra de anteojos o serpiente de anteojos, así llamada porque cuando monta en cólera, ahuecando el cuello forma dos extrañas convexidades que parecen tejer un sombrero y también porque tiene sobre la cabeza dos manchas que refiguran perfectamente un par de anteojos.
El reptil, uno de los más peligrosos de la especie, siendo su mordedura incurable, se irguió agitando su lengua y mostrando sus dientes afilados y ganchudos, quizá ya saturados de veneno, pero súbitamente un encantador lo tomó a mitad del cuerpo y mientras sus compañeros continuaban tocando, lo arrojó al aire.
El reptil, furibundo, cayó silbando y contorciéndose. El sapwala, rápido como un relámpago, lo aferró por la cola antes de que tocase el suelo, luego apretándole la garganta, le obligó a abrir la boca. Sin cuidarse de los silbidos de la cobra se hizo dar una pinza, le arrancó los dos dientes conductores del veneno, luego lo arrojó a tierra, cerca de una caldera llena de leche.
Mientras tanto otros dos reptiles, atraídos por aquella música que para ellos debía ser irresistible, se habían mostrado. Uno era una boa, una serpiente soberbia, larga de unos cuatro metros, de piel verde azulada, de anillos irregulares; el otro en cambio era una serpiente del minuto o minute snake, larga de no más de quince centímetros, gruesa como un canuto, con la piel negra y manchas amarillas, el más peligroso de todos porque en noventa y seis segundos mata al hombre más robusto.
Dos encantadores se apresuraron a aferrarlos, a desdentarlos y a arrojarlos cerca de la cobra de anteojos, la cual, olvidando su cólera, se había puesto a beber codiciosamente la leche del recipiente.
Otros reptiles continuaban saliendo de las cestas: najas negras, pitones atigradas, serpientes gulabi de piel rosada salpicada de manchas coralinas y muchos aún de varias especies.
Bien pronto las cuatro grandes vasijas fueron circundadas de serpientes ávidas de leche. Entonces las flautas callaron y los tambores y los instrumentos de viento y de cuerda recomenzaron el estrépito, mientras los faquires se pusieron a danzar desordenadamente, corriendo en torno a los reptiles vueltos ahora inofensivos, uniendo sus alaridos salvajes a la orquesta rimbombante.
Tremal-Naik y el viejo thug se habían alzado. Una ventana del palacete se había iluminado y una figura humana se dibujaba detrás de los vidrios.
—¡Mira! —había exclamado el thug.
—¡No separo los ojos! —había respondido Tremal-Naik con voz sibilante.
Aquella sombra se había inclinado sobre el alféizar, exponiéndose a la luz de las antorchas.
Un grito ahogado se le había escapado a Tremal-Naik.
—¡Él...!
—¡El capitán! —había exclamado el thug.
—¡Un fusil! ¡Dame un fusil...!
—¡Estás loco...! Y luego, ¿dónde encuentro un fusil?
—Se me escapa y yo pierdo a Ada.
—Lo encontraremos.
—Sí, lo encontraremos —repitió una voz detrás de ellos. Tremal-Naik y el thug se habían vuelto. Nimpor, el faquir del brazo anquilosado, estaba cerca de ellos.
—¿Lo han visto? —preguntó.
—Sí —respondieron.
—Aquel hombre no se nos escapará más ni dará un paso sin ser espiado.
—¿Y quién lo espiará? —preguntó Tremal-Naik.
—Dos faquires de confianza.
—¿Y yo cuándo podré matarlo?
En vez de responder preguntó:
—¿Han visto a Windhya?
—Somos sus huéspedes —dijo el thug.
—¿Tienen aquí una chalupa?
—Una rápida ballenera.
—Condúzcanme a ella. Los sapwala han terminado, así que podemos ir.
—¿Quiere tramar algún proyecto para hacer caer en una emboscada al capitán?
—Sí —respondió el faquir—, vengan.
Los encantadores de serpientes estaban también por regresar a sus barrios. Capturadas las serpientes y metidas en las cestas, no obstante sus contorsiones y sus silbidos, habiendo aún leche para beber en los recipientes, se ordenaron en columna y abandonaron los alrededores del palacete, precedidos por la orquesta.
Mientras el cortejo se dirigía hacia la ciudad india atravesando los huertos, el faquir, Tremal-Naik y el viejo thug seguidos por los seis remeros fueron hacia la pagoda, delante de la cual, confundidos entre las columnatas, se encontraban dos indios, dos dandi, especie de faquires que por distintivo tienen un nudoso bastón que no dejan nunca, ni siquiera cuando duermen, embellecido con un pequeño trozo de tela roja, de forma cuadrada.
El purrun-hungse se acercó a ellos e indicando el palacete, dijo:
—Velen atentamente y sigan dondequiera al capitán: mañana, antes del ocaso, me darán sus noticias en la cabaña de Windhya.
—No lo dejaremos un solo instante —respondieron los dos dandi.
El pequeño pelotón descendió la gradería y junto a la orilla del Ganges se embarcó en la ballenera, remontando rápidamente la corriente.
El río se había vuelto desierto, habiendo ya tocado la medianoche. Solamente hacia el sur centelleaban los fanales de las naves y de las barcas ancladas delante de la Ciudad Blanca.
La ballenera en menos de una hora llegó delante del pequeño promontorio desierto, en cuya extremidad opuesta se veía descollar, a la luz de la luna, la vieja pagoda.
Tremal-Naik y sus compañeros estaban por desembarcar, cuando de un matorral de mehendi, vieron salir una forma humana.
—¿Tú, Windhya? —preguntó el viejo thug, armando rápidamente una pistola.
—No teman, soy yo —respondió el faquir—. Pon el arma en tu cinturón. ¿Ha terminado la Nag Panchami (fiesta de serpientes)?
—Sí —respondió Nimpor, adelantándose.
—¿También estás aquí? —preguntó Windhya con estupor.
—Debo hablarte.
—Estoy a tus órdenes.
—¿Quieres que vayamos a tu cabaña?
—Este lugar está desierto y hablaremos mejor aquí —respondió Windhya.
—Como quieras.
—¿El capitán?
—Lo hemos visto.
—¡Ah! ¿Está en su palacete?
—Sí.
—Entonces es nuestro.
—Corres demasiado, Windhya.
—No, Nimpor.
—¿Tienes algún proyecto?
—¡Sí, y lo creo infalible!
—Habla —dijo el purrun-hungse.
—Se trata de hacerlo venir aquí.
—¡Uf! ¿Y vendrá?
—Estoy seguro, y entrado en mi cabaña, te aseguro que no saldrá vivo.
—Yo estoy decidido a todo —dijo Tremal-Naik.
—Lo sabemos, Suyodhana sabe escoger a sus hombres. Escúchame —dijo Windhya—, el capitán es valiente, decidido y sin embargo por tener una revelación que pueda facilitarle el ataque contra Rajmangal, no dudará ante ningún peligro. Yo lo he conocido y sé de cuánto es capaz.
—Continúa, Windhya —ordenó el purrun-hungse.
—Mi proyecto es el de traerlo a una emboscada.
—¿De qué modo...?
—Mandándole uno de nuestros fieles a decirle que un traidor, conocida la noticia de la expedición contra Rajmangal, está dispuesto a venderle el secreto de la entrada al subterráneo.
—¿Y tú crees que caerá en la emboscada...? —preguntó Nimpor con acento de duda.
—Te digo que vendrá. Por la traición pediremos un precio enorme y le daremos la cita aquí, a medianoche.
—Vendrá acompañado.
—¿Qué importa...? Tremal-Naik estará emboscado con una carabina y lo abatirá.
—Y los otros darán el asalto a la cabaña y nos matarán a todos —dijo el purrun-hungse.
—¿Has olvidado el subterráneo de la pagoda? —dijo Windhya—. ¿Quién será capaz de encontrarnos en aquellas oscuras e interminables galerías...?
—¿Las conoces...?
—Al dedillo.
—Entonces apruebo tu proyecto —dijo el purrun-hungse después de haber meditado algunos instantes—. Sí, quizá el capitán caiga en la emboscada, oprimiéndole demasiado el conocer la entrada a los subterráneos de Rajmangal.
—No vendrá sólo, de eso estoy seguro, pero una bala puede siempre alcanzarlo incluso en medio de cien hombres. Tú eres un hábil tirador, Tremal-Naik.
—Es infalible —dijo el viejo thug.
—Yo me voy.
—Una pregunta, antes —dijo Tremal-Naik—. Muerto el capitán, ¿creen que la expedición no se intentará más...?
—¿Contra Rajmangal...?
—Sí.
—No habrá otro hombre tan audaz y tan emprendedor para guiar una expedición a través del Sundarbans. Muerto él, ningún peligro amenazará Rajmangal.
—Adiós, amigos: mañana uno de mis fieles irá donde el capitán y mañana por la noche ese hombre no estará más vivo.
—¿Quieres la ballenera? —preguntó el viejo thug.
—Es inútil —respondió el purrun-hungse—. Nimpor tiene el brazo inservible pero las piernas desafían a las de los mejores corredores.
Dicho esto se puso en camino siguiendo las sinuosidades de la orilla y desapareció muy pronto bajo la oscura sombra de los borasos de hojas de abanico.

ACLARACIONES DE LA TRADUCCIÓN

Gracias “Anónimo” por las sugerencias en los términos cornamusa, gulabi y minute snake.

Fanal: Farol grande que se coloca en las torres de los puertos para que su luz sirva de señal nocturna.

Khol: “Khole” en el original, es otro de los nombres con que se conoce al “mridanga”, tambor de terracota, de dos parches, que se utiliza en el norte y este de India como acompañamiento de música religiosa hinduista.

Pungi: “Tomril” en el original, es la flauta típica de los encantadores de serpientes indios. Se sopla por una calabaza a la que se le añaden dos cañas de bambú selladas con cera.

Dumps: “Domp” en el original, es un instrumento musical de percusión con forma octogonal y que se golpea con la mano derecha.

Tarpu: “Tabri” en el original, es similar a la cornamusa, está hecho de un fruto seco vaciado en el que se le introducen tres tubos de bambú, uno por lo alto y dos por lo bajo. Los últimos tienen múltiples agujeros. El ejecutante sopla en el agujero superior y modifica los sonidos tapando uno o más agujeros de los tubos inferiores. Es común de la costa de Coromandel. Es muy similar al Pungi.

Cornamusa: Instrumento rústico, compuesto de un odre y varios cañutos donde se produce el sonido.

Sarinda: También llamado “saroh”, es un instrumento de cuerda de la India derivado del sarangi que se tañe con arco. Dispone de entre diez y treinta cuerdas.

Nagas: “Nagù” en el original, son ascetas hindúes (sadhus) que se mantienen desnudos, cubiertos solamente con cenizas sagradas.

Cobra de anteojos: “cobra-capello” en el original, llamada “cobra india” o “cobra de anteojos” (Naja naja), es una especie de serpiente venenosa de la India. Es famosa por el capuchón que despliega alrededor de su cabeza cuando se encuentra excitada o amenazada.

Boa: Serpiente americana de hasta diez metros de longitud, con la piel pintada de vistosos dibujos. No es venenosa, sino que mata a sus presas comprimiéndolas con los anillos de su cuerpo. Hay varias especies, unas arborícolas y otras de costumbres acuáticas. Todas son vivíparas.

Serpiente del minuto o minute snake: Se la nombra así, y también en inglés —“minute snake”—, en el libro “Le Tour du Monde” (Louis Rousselet, 1868) donde se dan señas tanto de su color, negro y amarillo, como de su pequeñísimo tamaño. Este último dato, es una leyenda que aparece también en el libro “The Jungle Book” (Rudyard Kipling, 1894) referido al “krait”. Se trata por lo tanto del “Bungarus fasciatus” o krait rayado, una serpiente venenosa de color amarillo y negro, que puede alcanzar los 2,1 m de longitud. Su mordedura rara vez causa la muerte.

Najas negras: “Naias neri” en el original, seguramente corresponden a la especie “Naja oxiana” o “cobra de Asia Central”. Miden entre 1 y 1,5 m.

Pitones atigradas: “Pitoni tigrati” en el original, es la “pitón de la India” (Python molurus). Puede alcanzar una longitud de 6 m y 95 kg de peso. No es venenosa, mata por constricción.

Gulabi: Nombre tomado del libro “Le Tour du Monde” (Louis Rousselet, 1868) que significa “rosa” en hindi, por lo que seguramente se trate de algún tipo de serpiente albina.

Mehendi: “Mindi” en el original, es el nombre hindi de la alheña (Lawsonia inermis), arbusto de la familia de las oleáceas, de unos dos metros de altura, ramoso, con hojas casi persistentes, opuestas, aovadas, lisas y lustrosas, flores pequeñas, blancas y olorosas, en racimos terminales, y por frutos bayas negras, redondas y del tamaño de un guisante.

Nag Panchami: “Naga pautciami” en el original, es un festival de adoración a las cobras vivas o a sus imágenes. Se celebra el quinto día después del Amavasha (luna nueva) del mes de Shraavana (de fines de julio hasta la tercera semana de agosto). Tradicionalmente, las mujeres jóvenes casadas visitan a sus hogares premaritales para celebrar el festival.

14 comentarios:

  1. Posiblemente la cornamusa en el original italiano haga referencia a la gaita, en ese sentido el "Tabri" que menciona Salgari sea una de las gaitas indias, quizás la Titti. Ver: http://en.wikipedia.org/wiki/Titti_%28bagpipe%29

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    1. Tiene lógica que sea un "titti", aunque también podría ser un "sruti upanga" o "druthi". http://en.wikipedia.org/wiki/Sruti_upanga

      Lo voy a investigar un poco más, y en todo caso, actualizo la entrada.

      ¡Muchas gracias por las sugerencias!

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    2. Volviendo sobre el tema de la cornamusa. La definición en la RAE tiene dos acepciones para instrumentos musicales: "1. Trompeta larga de metal, que en el medio de su longitud hace una rosca muy grande, y tiene muy ancho el pabellón.
      2. Instrumento rústico, compuesto de un odre y varios cañutos donde se produce el sonido."

      ¿Por qué me decidí por la primera y no por la segunda, que es similar a la gaita? Porque Salgari dice "...había ejecutantes de 'tabri', instrumento que se parece un poco a la cornamusa de nuestros pastores..." Y por lo que pude encontrar, los pastores italianos utilizaban el instrumento que se corresponde con la primera acepción. Si llegás a encontrar otra cosa, avisame y lo vuelvo a revisar. Gracias!

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    3. Yo me inclino por la cornamusa de piel de oveja. Mira http://www.treccani.it/enciclopedia/cornamusa_%28Enciclopedia-Italiana%29/

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    4. Actualicé la entrada de Cornamusa. Ahora sigo investigando un poco más la de "tabri".

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    5. Sobre el tabri:
      http://books.google.com.co/books?id=gbDoo1MrVQYC&pg=PA517&lpg=PA517&dq=tabri+cornamusa&source=bl&ots=IklctpczAo&sig=YK_k6iyx1iHu-GzbGcbv3tMb2Do&hl=es-419&sa=X&ei=6jfkU5_eEIblsASC14KICA&redir_esc=y#v=onepage&q=tabri%20cornamusa&f=false
      es un libro italiano de 1820 que lo describe y dice que es muy común en la Costa de Coromandel, que es la franja costera de Tamil Nadu. De manera que, sin duda, se trata del Sruti upanga

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    6. Gracias, encontraste la fuente que seguramente utilizó Salgari para nutrirse. Ya encontré varias palabras que no aparecen en ningún lado. Poco a poco voy a ir completando las definiciones. Gracias nuevamente.

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    7. Actualicé los términos Tabri (ahora Tarpu) y Domp (ahora Dumps). Por lo que seguí leyendo no hay mucha diferencia entre el Pungi y el Tarpu. Incluso pareciera ser que Tarpu en realidad hace referencia a Tomril y Pungi a Tabri, pero no termino de ternerlo en claro.

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  2. Gulabi significa rosado en Hindi. Fijate en: http://en.wikipedia.org/wiki/Gulabi_Gang

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    1. Buen dato, aunque sigo sin encontrar una variedad de serpiente rosa de India. Igualmente después voy a actualizar la entrada con este dato. ¡Nuevamente muchas gracias!

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    2. Hay varios artículos en línea sobre serpientes rosadas, se trata de casos de albinismo. por ejemplo: http://timesofindia.indiatimes.com/city/chandigarh/Packing-venom-and-looking-pretty-in-pink/articleshow/9688617.cms
      Y por cierto la que describe como “minute-snake” podría ser un especimen particularmente pequeño de Bungarus caeruleus, una serpiente negra con pintas amarillas, de tamaño no muy grande y con un potente veneno, comúin en el subcontinente indio

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    3. Lo de la "minute-snake" podría ser una bungarus o krait, lo había visto en su momento. Pero suelen ser un poco más largas y la que tiene amarillo sobrepasa el metro.

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    4. Acabo de encontrar el siguiente artículo https://en.wikipedia.org/wiki/Big_Four_(Indian_snakes)
      Las 4 serpientes más mortíferas de India. Quizá alguna está vinculada... tengo que seguir investigando.

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    5. Ya actualicé los términos gulabi y minute-snake. Creo que ahora están un poco mejor. ¡Gracias por tu aporte!

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