viernes, 5 de julio de 2013

XXVI. La fragata


El Hugli, cuyas aguas son reputadas como sagradas por las poblaciones de la alta India que emprenden frecuentes y largas peregrinaciones, para arrojarle las cenizas de sus difuntos, o para bañarse es uno de los más importantes ríos de la gran península asiática. Su largura no supera las cincuenta leguas marinas, estando formado por la reunión de los ríos Cossimbazar y Djellinghey, las dos ramas más occidentales del Ganges; pero la masa de las aguas es muy considerable, engrosada desde la derecha por el Damodar, el Rupnarayan, el Tingorilly y el Haldi.
Sobre este brazo del Ganges reina una actividad extraordinaria, febril, que iguala a aquella de los ríos gigantes de América Septentrional. Aprovechando la marea alta, que se hace sentir muy fuerte, navíos de línea, provenientes de todos los puertos del globo lo remontan deteniéndose en Calcuta, en Chandernagor o en Hugli, las tres ciudades más importantes situadas en sus orillas.
Piróscafos, barcas, brig, bergantines, goletas y sloop, se encuentran dondequiera a lo largo de su curso. Ni hablar de las pinazas, de los pulwar, de las bagalas, de los moor-punkee, de los feal charra, de las donga y de todos aquellos otros barcos más o menos grandes, de construcción india, que se contaban por millares y que se cruzaban en todas las direcciones.
En el momento no obstante que la ballenera se despegaba de la orilla, pocos barcos surcaban la corriente y casi todos provenientes del sur, que es como decir del mar. Del norte descendían en cambio montones de cadáveres que iban caprichosamente a la deriva, para encallarse en las numerosas islas e islotes o en las orillas donde caían bajo el diente de los tigres y de los chacales, siempre listos a tomar parte de aquellos gigantescos banquetes que la superstición india les ofrece gratuitamente.
—Ánimo —dijo Tremal-Naik—. Es necesario llegar al fuerte antes que la expedición se haga a la mar. Si llegamos tarde, perderá Rajmangal.
—Déjanos hacer a nosotros —respondió aquel que parecía ser el jefe de aquellos thugs—. Arribaremos a tiempo.
—¿Qué distancia tenemos de aquí al fuerte?
—Menos de diez leguas marinas.
—¿Cuándo crees que la expedición partirá?
—Con la marea alta, sin duda. Dentro de media hora comenzará a subir y correremos más rápidos que un steamer.
Los thugs, robustos garzones, acostumbrados por todas las fatigas y habituados desde la infancia al remo, acomodados en los bancos se pusieron bien de acuerdo, con golpes secos y rigurosos.
La ballenera, una bella y sólida embarcación, construida expresamente para la carrera, no tardó en hilar con notable velocidad, rozando apenas el agua, cuya corriente amenazaba con detenerse por la próxima subida de la marea, que sube con tanta furia que causa, no es raro, a Calcuta, un aumento del nivel superior a los cinco pies.
La noche era límpida, iluminada por una luna soberbia y el aire dulce, refrescado de vez en cuando por una pequeña brisa, que descendía del alto curso de la riada.
Las orillas, visibles como en pleno día, presentaban de vez en cuando unas bellas vistas, en absoluto exclusivas de los ríos indios.
Ahora había bosques magníficos de palmeras, de cocoteros de aspecto majestuoso, con largas hojas dispuestas en cúpula, y de mangos, apretados en mil diversas maneras por aquellas extrañas trepadoras llamadas calamus que alcanzan a menudo la longitud de ciento cincuenta metros. Ahora había campos inmensos de mostaza, cuyas flores amarillas destacaban claramente bajo los argénteos rayos del astro nocturno; o bien plantaciones de añil, de azafrán, de sésamo, de jalapas o inmensas extensiones de bambúes desmesurados, en medio de los cuales iban y venían bandas de búfalos salvajes, animales verdaderamente formidables, más temidos que los tigres y que no dudan en asaltar hasta a un regimiento de gente armada.
De vez en cuando aparecían míseras aldeas, sofocadas bajo una densa vegetación, o bien cercadas por arrozales, encerrados dentro de pequeños diques de varios pies de altura, destinados a retener el agua, y también a menudo se erguían al borde de pútridos estanques sobre los cuales ondea una neblina pestilencial, cargada de fiebre y de cólera.
No faltaban aún los elegantes bungalows sobre cuyos tejados piramidales dormitaban bandas de cigüeñas negras, de ibis morenas y de comedores de hueso, pájaros gigantescos, avidísimos y muy respetados por los indios que, según su extraña doctrina de las transmisiones, creen que en sus cuerpos se encuentran las almas de los sacerdotes de Brahma.
Media hora había ya pasado, desde que la ballenera había dejado la pequeña ensenada, cuando desde la orilla derecha se oyó una voz gritar:
—¡Eh...! ¡Alto...!
Tremal-Naik, a aquella brusca intimación, que no esperaba, estando el río desierto, prontamente se alzó.
—¿Quién es que nos intima a detenernos? —preguntó mirando a su alrededor—. ¿Algún hermano quizá?
—Mire allá —dijo uno de los remeros, señalándole la orilla—. Pasamos delante del bungalow del capitán Macpherson.
—¿Habremos sido descubiertos?
—Debe ser así. Los astutos han sospechado algo y mantuvieron un ojo en las barcas que remontan el río. ¿No ves a los hombres, sobre la terraza?
Tremal-Naik dirigió su mirada hacia el bungalow. Sobre la terraza que dominaba el río vio a un grupo de personas. La luna hacía brillar los cañones de sus fusiles.
—¡Eh...! ¡Paren...! —repitió la misma voz.
—Tiren adelante —dijo Tremal-Naik—. Si quieren atacarnos, que nos den caza.
La ballenera que había disminuido la carrera, continuó remontando. Un clamor ensordecedor se alzó sobre la terraza.
—¡Rayos y truenos! —aulló otra voz—. ¡Hagan fuego!
—¡Son ellos! —gritó otra voz—. ¡Fuego, amigos!
Tres o cuatro tiros de fusil atronaron. Los thugs, aunque ya lejos a unas quinientas o seiscientas brazas, oyeron las balas silbar encima de la embarcación.
—¡Ah! ¡bandidos! —exclamó Tremal-Naik, recogiendo la carabina.
—¡Mira! —gritó uno de los thugs—. Se preparan para darnos caza.
—Pienso tenerlos lejos. Enderecen la embarcación hacia aquel ghrab que desciende el río; quizá viene de Calcuta y podrá darnos alguna noticia sobre la expedición.
—¡Atento, Tremal-Naik! —gritó uno de los remeros.
El indio volvió la mirada hacia la pequeña rada del bungalow y vio a un moor-punkee, montado por cinco o seis cipayos y por una media docena de remeros.
—¡Adelante! —ordenó, montando la carabina.
La ballenera corría siempre con creciente celeridad, no obstante el moor-punkee guiado por los hombres más hábiles y quizá más ligero, ganaba rápidamente camino. En proa habían levantado una cestonada y detrás se habían escondido los cipayos, con las carabinas niveladas.
—¡Paren! —tronó una voz.
—¡Adelante siempre! —ordenó Tremal-Naik.
Un cipayo levantó la cabeza. Aquel momento bastó: Tremal-Naik apuntó rápidamente el arma y dejó partir el tiro. El cipayo echó un grito, golpeó el aire con las manos y se desplomó en el fondo del barco.
—¿A quién le toca? —gritó Tremal-Naik, recogiendo otra carabina.
Le respondieron con una descarga general. Las balas diluviaron sobre los flancos de la ballenera.
Otro cipayo se mostró y cayó como el primero.
Aquella matemática precisión asustó a los cipayos, los cuales, después de estar brevemente en concilio, viraron a babor dirigiéndose hacia la orilla opuesta.
—Esté en guardia, Tremal-Naik —dijo uno de los thugs—. Hay bungalows ingleses en aquella orilla.
—Que los abastecen de hombres y de barcos —añadió un segundo.
—No les daremos tiempo —dijo el indio—; enderecen la proa al ghrab.
La nave que descendía al mar, no estaba más lejos que media milla.
Era uno de aquellos navíos de línea que se construían en Bombay, donde, al parecer, la navegación viene desde los más remotos tiempos reducida a una mayor perfección que en otros lugares de la India, y donde se encuentran los árboles de teca, notorios por su extrema dureza y los sauces que resisten el agua por varios siglos.
La proa de aquel ghrab, de arquitectura puramente india, era muy esbelta y puntiaguda, adornada con divinidades y con cabezas de elefante esculpidas con rara maestría. Sus tres mástiles cubiertos de tela, sus masteleros del puente, se curvaban bajo la fresca brisa septentrional.
En quince minutos la ballenera lo abordaba por estribor.
El capitán del leño se inclinó sobre la regala, para saber que deseaban.
—¿De dónde vienen? —preguntó Tremal-Naik.
—De la Ciudad Blanca —respondió el lobo de mar.
—¿Cuántas horas hace que pasaron delante del fuerte William?
—Cinco.
—¿Han visto naves de guerra?
—Sí, una fragata: la Cornwall.
—¿Cargada?
—No, embarcaba soldados.
—Son ellos que van a Rajmangal —dijeron los thugs.
—¿Sabe cuál es el destino de la Cornwall? —preguntó Tremal-Naik, con los dientes apretados.
—Lo ignoro —respondió el capitán.
—¿Estaba encendida la máquina?
—Sí.
—Gracias, capitán.
La ballenera se separó del ghrab.
—¿Han oído? —preguntó Tremal-Naik, con rabia.
—Sí —respondieron los thugs, inclinándose sobre los remos.
—Es necesario llegar antes que la fragata se haga a la mar o todo está perdido. ¡Arranquen! ¡arranquen!
En aquel instante uno de los thugs arrojó un grito de triunfo.
—¡Oigan! —exclamó.
Todos tensaron las orejas conteniendo la respiración. Al sur se oía un sordo bramido como el acercarse de una borrasca.
—¡La marea! —gritaron los thugs.
La corriente del Hugli se había repentinamente detenido. Al sur apareció una ola espumosa, que venía avanzando con la velocidad de un caballo lanzado al galope. Arribó con un oscuro bramido levantando la ballenera y pasó más allá saliendo rápidamente hacia Calcuta, arrastrando montones de detritos, de hierbas y no pocos troncos de árbol.
—¡A la orilla derecha! —ordenó el jefe de los remeros—. Dentro de una hora estaremos en el fuerte.
La ballenera alcanzó la orilla derecha, donde la marea se hace sentir más rápida que en la orilla izquierda, y reanudaron la navegación potentemente ayudados por remos vigorosa y hábilmente maniobrados.
Surgía entonces el alba. Al oriente una luz primero blancuzca, luego amarilla, por tanto rojiza, se alzaba invadiendo rápidamente el cielo. Los astros, poco antes centelleantes, poco a poco palidecían, desapareciendo y los alaridos de las fieras se hacían más ralos y más débiles.
Las orillas de la soberbia riada, a medida que la ballenera se acercaba a Calcuta, perdían su aspecto salvaje. Las grandes florestas pobladas por numerosas bandas de tigres, de búfalos salvajes, de chacales y de serpientes y los inmensos plantíos de bambú, poco a poco desaparecieron para dejar el lugar a fertilísimas campiñas cultivadas con gran cuidado, a plantaciones de añil, de algodón y de canela, a bellísimos y variados árboles cargados de fruta de toda especie, a elegantes villas y a grandes aldeas.
Pelotones de unkos, simios con el pecho protuberante, piel negra, morena o gris y el rostro casi humano, aparecían entre los matorrales de árboles, pendiéndose entre las ramas, dando saltos prodigiosos de diez y hasta quince metros; luego veíanse bandas de axis, elegantes animales semejantes a los ciervos, con el pelo leonado y manchados de blanco; por tanto tranquilos búfalos, que venían a saciarse, y en el aire o acurrucados sobre los tejados de las cabañas o reposando sobre ramas arqueadas de manglares, aves de todo tipo y de todo tamaño, milanos, gypaetus, busardos, ibis negros, cormoranes, fochas de plumas carmesí y azul, patos brahmánicos y gigantescos marabúes argala, algunos de los cuales habían hecho desaparecer todo entero a un cuervo impertinente, que había osado disputarles alguna presa.
—Estamos cerca de Calcuta —dijo un remero, después de haber observado atentamente las dos orillas.
Tremal-Naik, que desde hacía un tiempo era presa de una febril impaciencia, al oír aquellas palabras se alzó de repente, apresurando la mirada hacia el norte.
—¿Dónde está? —preguntó—. ¿La ves tú?
—No todavía, pero en breve la veremos.
—¡Fuerza...! ¡Fuerza...!
La ballenera aceleró la carrera. Los thugs, no menos impacientes que su jefe, se esforzaban ahora con verdadero furor, doblando las pagayas bajo la potente tracción. Nadie hablaba para no perder un solo compás.
A las ocho, un tiro de cañón se oyó hacia el alto curso del río.
—¿Qué es esto? —preguntó Tremal-Naik, con ansiedad.
—Estamos cerca de Kidderpore.
—Algún leño de guerra parte y saluda.
—¡Pronto! ¡pronto...! ¡Podemos arribar a tiempo...!
El río comenzaba a animarse extraordinariamente. Barcas, brigs, bergantines, goletas, piróscafos remontaban y descendían la corriente en gran número. Grandes ghrab, grandes pariah de la Costa de Coromandel cuyas barrocas construcciones no les permiten cumplir más que un solo viaje al año, esto es en la época del monzón favorable; ligeros pulwar de Dacca, rapidísimos provistos de mástiles y de una gran vela cuadra; bagalas cubiertas los techos de rastrojo y con mástiles de bambúes anchísimos y magníficos feal charra, anchos de cincuenta y más pies, ricamente dorados, y conducidos por más de treinta remeros, se cruzaban de mil maneras o estaban anclados a lo largo de las riberas delante de los bungalows o de las aldeas.
Tremal-Naik debía poner en obra toda su habilidad, para no chocar contra aquella multitud de bastimentos y de barcas que crecía enormemente, tanto que ocupaban, a veces, el río entero.
Los thugs se esforzaban siempre, con creciente furia, tendiendo los músculos en modo tal, de hacer casi estallar la piel.
A las nueve la ballenera pasaba delante de Kidderpore, gran aldea que surge en la orilla izquierda del río, y pocos minutos después llegaba a la vista de Calcuta, la reina de Bengala, la capital de todas las posesiones inglesas de las Indias, con su línea imponente de palacios, con sus pagodas, con sus cúpulas, con sus bizarros campanarios, con sus cabañas, con sus squares y con el fuerte William, la más grande y robusta fortaleza que tenía la península, y que necesita de al menos diez mil hombres para ser defendida.
Tremal-Naik había brincado en pie como impulsado por un resorte y miraba con ojos estupefactos aquella aglomeración extraordinaria de edificios, de jardines y de navíos de línea.
—¡Qué esplendor...! —murmuró—. Nunca hubiera creído que a tan breve distancia del país de los tigres y de las serpientes, pudiera surgir una ciudad tan inmensa.
Se volvió hacia uno de los thugs, el más viejo y le preguntó:
—¿Tú conoces la ciudad?
—Sí, Tremal-Naik —respondió el indio.
—¿Sabes cuál es mi misión?
—Kougli me lo dijo: matar al capitán para que no llegue a Rajmangal.
—¿Dónde estará ese hombre?
—Lo sabremos, al menos lo espero.
—¿No habrá partido?
—No hemos visto ningún leño de guerra descender el Ganges —respondió el viejo—. Podemos por consiguiente estar seguros de que la expedición todavía no ha partido.
—¿Sabe si el capitán tiene algún palacete en Calcuta?
—Posee uno en las vecindades del fuerte William.
—¿Lo conoces?
—Perfectamente.
—¿Habrá tomado alojamiento en aquel lugar?
—Lo sabremos pronto.
—¿Por quién?
—Por uno de nuestros afiliados que es contramaestre a bordo de la Devonshire.
—¿Qué es la Devonshire? —preguntó Tremal-Naik.
—Allá, mira aquella cañonera anclada cerca del fuerte William.
Tremal-Naik miró en la dirección indicada y vio a cincuenta brazas de los macizos muros de la fortaleza, una pequeña nave a vapor del porte de trescientas o cuatrocientas toneladas, bastante baja de casco, y probablemente de poco calado para poder remontar fácilmente aún los afluentes del Ganges.
No llevaba más que un solo mástil, situado hacia proa y a popa tenía una gran pieza de artillería emplazada sobre una especie de plataforma. Bajo el coronamiento de popa, en una gran placa de metal se leía, escrito en letras doradas un nombre: Devonshire.
—¿Hay un afiliado a bordo de aquel leño? —preguntó Tremal-Naik.
—Te lo dije: es el contramaestre Hider.
—Vamos donde él.
—Despacio, Tremal-Naik: es necesaria la más grande prudencia.
—No somos conocidos aquí.
—¿Quién puede asegurarlo? Déjate guiar por mí que soy uno de los más viejos thugs.
—Me remito a tí.
El thug abandonó un momento el remo y se alzó en el banco, mirando atentamente el puente de la cañonera.
Había varios marineros sobre la toldilla, ocupados en pulir la cubierta y en poner en orden las amarras y los varios utensilios que estorbaban. Entre esos el viejo thug vio un contramaestre que estaba charlando con un joven cadete.
—Es él —dijo el estrangulador, volviéndose hacia Tremal-Naik.
—¿Quién?
—Hider.
—¿Te ha visto?
—Espera un momento.
Acercó las manos a los labios y formando una especie de portavoz, envió tres notas estridentes, que parecían emitidas por un instrumento de cobre antes que por una boca humana. Casi de súbito se vio al contramaestre volverse hacia el río, luego inclinarse sobre la borda. La chalupa pasaba entonces casi bajo la borda de la cañonera. La mirada del contramaestre se cruzó con la del viejo thug, luego se dirigió a otro lugar, fingiendo observar un ghrab que descendía la corriente con velas desplegadas.
—Dentro de poco Hider estará en tierra —dijo el viejo, volviéndose hacia Tremal-Naik—. Él me ha comprendido.
—¿Dónde lo esperaremos?
—En una taberna mantenida por uno de nuestros afiliados.
—¿Sabe que nosotros iremos a aquel lugar?
—Mis tres notas se lo han hecho comprender.
—Vamos.
La ballenera reanudó la carrera, manteniéndose a breve distancia de la orilla y remontando hacia el centro de la capital de Bengala.
Las naves y las barcas aumentaban a vista de ojo, ocupando toda la anchura del río. Navíos de línea pertenecientes a todas las naciones del globo, parte a vapor y parte a vela y un número infinito de leños indios, de ghrab, pulwar, bagalas y pinazas, estorbaban la colada, mientras legiones de porteadores cargaban y descargaban las mercancías amontonándolas bajo inmensos tinglados. En medio de aquella floresta de grandes flotadores, enjambres de barcas de todas las formas, deslizándose sobre las límpidas aguas del río gigante. Generalmente eran bagalas cargadas de arroz con sus techados de estopa para proteger las mercancías o pequeñas donga excavadas en un simple tronco de árbol o chalupas pertenecientes a las naves ancladas, pero no raramente se veían pasar, rápidas como saetas, fulgurantes embarcaciones, largas de cincuenta pies, adornadas en proa con una cabeza de elefante, cargadas de dorados y adornadas con alfombras y con asientos de terciopelo, y montadas por algún rico indio.
En las orillas en cambio, especialmente en los ghat, que son grandes escalinatas de piedra que descienden hacia el río, se veían multitudes de hombres, mujeres y niños hacer sus abluciones en las sagradas aguas del Ganges.
Cualquiera sea la estación, el indio no olvida nunca el baño religioso; para ellos ya se hizo absolutamente necesario y creen comenzar mal la jornada si no se sumergieron en las aguas del Ganges.
En todas las ciudades de la India que tienen la fortuna de estar bañadas por aquel inmenso río, cada mañana, turbas de habitantes se agolpan sobre las graderías apenas surgido el sol y se sumergen. Sea mañana cálida o lluviosa, no renuncian, especialmente aquellos que pertenecen a la secta de Brahma.
Hombres y mujeres, ricos y pobres llevando todo el mundo bajo el brazo los paños blancos para poder cambiarse; se desnudan en las graderías, al aire libre, bajo los ojos de todos, sin tener cuidado de las miradas de los curiosos y toman su baño, con la cara vuelta hacia el sol como prescribe su culto.
Su primera función es la de enjuagarse la boca, luego ofrecer un puñado de agua al astro diurno. A continuación se lavan las prendas, cuidando de no usar jabón, siendo que es considerado como materia impura, luego se vuelven a vestir siempre al aire libre, hombres y mujeres juntos y regresan a casa llevando consigo incluso un jarro de agua que servirá para las abluciones de la jornada.
La ballenera, después de haber pasado en medio de aquel caos de leños y de bañistas y de haber pasado delante de un número infinito de espléndidos palacetes, pagodas y jardines, fue a detenerse delante de una ancha gradería que en ese momento estaba despoblada.
El viejo thug hizo un signo a sus compañeros de permanecer en custodia de la chalupa, luego dijo a Tremal-Naik:
—Sígueme.
Subieron la gradería pasando delante de algunos vendedores de hojas de betel, cuidadosamente enrolladas y conteniendo una mezcla de nuez de areca, cal, resina y otras drogas muy indicadas para conservar los dientes y para purificar la boca de los espíritus impuros que infestan cada parte en la crédula y supersticiosa fantasía de los hindúes; y atravesada la calle se metieron en medio de las espléndidas squares que embellecían las orillas del río.
Aún cuando hubiese apenas surgido el sol, ya una gran masa circundaba entre aquellos boscajes dignos de las más bellas squares de Londres, a orillas de los estanques, alrededor de las fuentes y de los bungalows que se veían surgir de cada lado con sus altos y puntiagudos tejados.
Bengalíes, malabares, brahmanes, marwaris, europeos, chinos y birmanos se cruzaban en todas direcciones, mientras que en las anchas avenidas se veían transitar a los cómodos palanquines centelleantes de oro y con las cortinas de muselina azul o amarilla o elegantes rath coronados por ligeras cúpulas doradas y reparados por cortinas de seda y tirados por cuatro bueyes candidísimos y con la cornamenta dorada.
El viejo thug atravesó rápidamente las squares, pasó delante de los espléndidos palacios, de los frontones de los templos griegos que se alinean al otro lado de los jardines y que lindan, sin transición, con sórdidos barrios compuestos por casuchas de paja habitadas por las ínfimas castas hindúes.
Después de un cuarto de hora el viejo se metió en un callejón fangoso y muy estrecho y se detuvo delante de un tugurio de aspecto miserable, ante el cual, sobre la puerta, pendía un horrible pescado embalsamado, de piel negra, la cabeza cuadrada como la de las ranas y provista de dos membranas paralelas de longitud especial.
—Es aquí —dijo el thug—. Dentro de poco Hider vendrá.
Entraron en una estancia casi oscura, donde se veían algunas mesas y escabeles de bambú y se sentaron en el ángulo más iluminado. Un indio, delgado como un faquir, y picado horriblemente de viruela, les llevó una terrina de arroz condimentado con karī, una atroz mezcolanza formada con pescado cocido con diversas hierbas y aceite de coco rancio y un vaso de toddy, una especie de vino extraído de la palmera vinífera, muy claro, placentero, ligeramente embriagador.
Tremal-Naik y su compañero estaban vaciando la terrina, con apetito por el aire matutino y por la larga excursión, cuando vieron entrar a un contramaestre de la Marina Real. El hombre era un indio vigoroso de unos cuarenta años, de estatura más bien alta, con miembros musculosos, una barba negrísima y dos ojos inteligentes.
Tenía entre los labios una corta pipa y fumaba vigorosamente. Viendo al viejo thug, se le acercó tendiéndole la mano y diciendo:
—Muy contento de encontrarte, Moh.
Luego lo miró fijo mientras con un rápido gesto indicaba a Tremal-Naik.
—No temas, Hider —respondió el viejo, que lo había comprendido—. Ese es un devoto afiliado, uno de los jefes.
—Dame la prueba —dijo el maestre.
Tremal-Naik le mostró el anillo que llevaba en el dedo.
El marinero inclinó la cabeza, diciéndole:
—Estoy a tus órdenes, enviado de Kali.
—Siéntate y escúchame —dijo Tremal-Naik—. ¿Tú conoces al capitán Macpherson?
—¿El padre de la virgen de la pagoda...? Lo conozco quizá mejor que nadie.
—¿Sabes dónde está...?
—¿Ha dejado quizá su bungalow? —preguntó en cambio Hider.
—Sí.
—¿Desde cuándo...?
—Desde hace tres o cuatro días.
—Lo ignoraba; ¿qué ha venido a hacer a Calcuta?
—A preparar una expedición contra Ramangal.
El contramaestre brincó en pie, arrojando fuera la pipa que tenía entre los labios.
—¿Contra Rajmangal, has dicho? —preguntó con los dientes apretados—. ¡Ah...! ¡Había sospechado algo...!
—¿Y por qué?
—Desde hace algunos días se está armando la Cornwall.
—¿Una nave? —preguntó Tremal-Naik.
—Una vieja fragata que ya había sido comandada por el capitán Macpherson.
—¿Dónde se encuentra esa nave...?
—Aquí, en el arsenal. Sé que han estado embarcando muchas municiones, víveres y que están poniendo catres en los pasillos como si tuviera que servir de transporte de un considerable número de soldados o de marineros.
—¿Tenemos afiliados entre la tripulación de aquella nave? —preguntó el viejo thug.
—Sí, dos: Palavan y Bindur.
—Los conozco: será necesario verlos e interrogarlos.
—No saben nada del destino de la Cornwall. He hablado con ellos ayer pero parece que se conserva escrupulosamente el secreto sobre el camino que deberá tomar la nave.
—Entonces no queda ninguna duda —dijo Tremal-Naik, como hablando para sí—. Aquella fragata está destinada a embarcar la expedición.
—Comienzo a sospecharlo también yo —respondió Hider.
—¡Aquella nave no debe partir...! —exclamó el cazador de serpientes.
—¿Y quién le impedirá irse?
—¡Yo...!
—¿De qué modo...?
—Matando al capitán antes de que se embarque. Kougli lo desea y Suyodhana también.
—No será fácil, mas —dijo Hider, que se había puesto pensativo—, el capitán estará en guardia, especialmente ahora.
—Es necesario que lo mate, te lo dije ya. Me han dicho que aquí tiene un palacete.
—Es verdad.
—Mandaremos a alguien para asegurarse si va a estar.
—¿De qué modo?
—No lo sé todavía, pero el modo lo encontraremos —dijo Tremal-Naik.
En aquel instante el viejo thug alzó la cabeza y haciendo un gesto con la derecha, dijo lentamente:
—Lo sabremos pronto.
—Explícate, Moh —dijo Hider.
—El hombre que irá.
—¿Quién? ¿Qué hombre...?
—Nimpor.
—¿El faquir...?
—Él: ¡salgamos...!

NOTAS AL PIE DE PÁGINA DE SALGARI

Fuerte William: El fuerte William es de forma octogonal, defendido por un foso que recibe agua del río por medio de dos compuertas. Fue construido por Lord Clive en 1757, cuando la Compañía Británica de las Indias Orientales se estableció en Bengala.

ACLARACIONES DE LA TRADUCCIÓN

Lo que precede a «A las nueve la ballenera pasaba delante de Kidderpore...» es inédito en castellano. En cuanto a las aclaraciones es por lejos el capítulo más largo y complejo.
Esta novela tiene dos versiones en libro: la de 1895 y la de 1903. La traducción actual, sigue la última, por considerarse definitiva. Entre ambas versiones solamente se modifica el presente capítulo y se le agregan ocho capítulos más que enganchan nuevamente con los últimos tres de la versión original.
La última línea original de 1895 en este capítulo es: «Tremal-Naik había brincado en pie como impulsado por un resorte y miraba con ojos estupefactos aquella aglomeración extraordinaria de edificios, de jardines y de navíos de línea». El resto es nuevo.
Un detalle curioso en esta modificación: Hider claramente le dice a Tremal-Naik que Macpherson es el padre de Ada y extrañamente éste no se exalta... ¿No se habrá dado cuenta tampoco Salgari cuando lo escribió?
Al finalizar la traducción de este libro, espero tener tiempo para traducir la mitad faltante de este capítulo según la versión de 1895 para tener una idea de cómo quedaban ambas versiones.

Fragata: Buques de tres palos. Tenían hasta dos cubiertas, una artillada o, con una pequeña batería en la segunda. Con hasta 30 piezas de artillería, aunque en algunos casos llegaba a 50.

Leguas marinas: “Leghe” en el original, es una medida de longitud de origen romano. Principalmente existen dos variantes: terrestre y marítima. La primera, llamada solamente legua, varía según el país de uso (entre 4 km y 5,2 km aproximadamente). En tanto, la legua marina se define como la de “20 al grado”, y equivale a 5.555,55 m. Decidí utilizar esta última variante debido a que se refiere a la longitud del río Hugli de 260 km. O sea, 1 lm = 5,55555 km. Por lo tanto, 50 lm equivalen a 277,78 km; 10 lm equivalen a 55,56 km.

Cossimbazar: En realidad el nombre con el que se conoce actualmente a este río es Bhagirathi. Sin embargo, en documentos ingleses (hasta el siglo XIX) se lo describía como “río Cossimbazar”; nombre tomado del pequeño pueblo que está a sus orillas. El Bhagirathi es un turbulento río del Himalaya indio que discurre por el estado de Uttarakhand y es la principal fuente del río Ganges, el principal río de la llanura Indo-Gangética del Norte de la India y un río santo del hinduismo.

Djellinghey: También llamado río Jellinghey en antiguos documentos ingleses, está descripto como uno de los principales afluentes del río Hugli junto al “río Cossimbazar”. Actualmente, a los principales afluentes del Hugli se los denomina Bhagirathi y Alaknanda, por lo que seguramente el río Djellinghey se trate de este último. El Alaknanda proviene del glaciar Satopanth en el estado de Uttarakhand, y se une con el río Bhagirathi, la fuente principal del Ganges, cerca de la pequeña localidad de Devprayag, después de recorrer alrededor de 200 km.

Damodar: “Dorumoudah” en el original, es un río que se origina cerca de la localidad de Chandwa en la meseta Chota Nagpur al este de la India. Fluye hacia el este por 592 km hasta el estuario del río Hugli. El antiguo Damodar solía fluir a través de Bengala en un curso directo de oeste a este, para unirse al río Hugli cerca de Kalna. Sin embargo, su curso ha cambiado y en sus alcances más bajos la mayoría de sus aguas fluyen en el río Mundeswari, que combina con otros ríos y finalmente la mayoría del agua del Damodar desemboca en el río Rupnarayan. El balance de agua que fluye a través de lo que se conoce como Damodar acaba en el Hugli, al sur de Calcuta.

Rupnarayan: “Roupnaram” en el original, es el río sobre el cual desemboca el Damodar. Comienza en la meseta de Chota Nagpur al noreste de la ciudad de Purulia. Luego fluye tortuosamente hacia el sudeste pasando por la ciudad de Bankura, donde se lo conoce como río Dwarakeswar. Cerca de la ciudad de Ghatal se une con el Silai, donde toma el nombre de Rupnarayan. Finalmente se une al río Hugli.

Tingorilly: Río del que no encontré ninguna referencia. El único tributario por derecha del Hugli que falta nombrar es el río Khari, en el estado de Guyarat, de 50 km de longitud.

Haldi: “Hidiely” en el original, es el último río tributario del Hugli antes del mar, que fluye a través del distrito de Midnapore oriental por 24 km.

Chandernagor: Ciudad de la India en el estado de Bengala Occidental, a 30 km del norte de Calcuta. Fue uno de los primeros asentamientos de los franceses en la India.

Hugli [ciudad]: “Hougly” en el original, actualmente se la conoce como “Hugli-Chuchura” en el estado de Bengala Occidental, a 35 km al norte de Calcuta en la India. La actual ciudad se formó en 1865 con la unión las ciudades Hugli y Chuchura.

Piróscafo: Buque de vapor.

Brig: “Brick” en el original, es un buque con dos palos con velas cuadradas. Se diferencia del bergantín por sus aparejos (conjunto de palos y velas).

Bergantín: Buque de dos palos y vela cuadrada o redonda.

Goleta: Embarcación fina, de bordas poco elevadas, con dos palos, y a veces tres, y un cangrejo en cada uno.

Sloop: “Slopp” en el original, es un barco de vela del tipo balandra con aparejo proa-popa y un único palo.

Pinazas: “Pinasse” en el original, es una embarcación construida totalmente de madera de pino, pequeña y movida a remo y vela, capaz de desarrollar una velocidad considerable.

Pulwar: “Poular” en el original, es un tipo de embarcación pequeña de fondo plano utilizada en la pesca.

Bagalas: “Bangle” en el original, es un tipo tradicional de barco árabe de navegación de mar abierto, con dos mástiles y dos o tres velas. El nombre viene de “baghla” en árabe que significa “mula”.

Feal charra: “Fylt’ sciarra” en el original, es un tipo de embarcación de placer de la India que tiene una cabeza de elefante como mascarón de proa.

Steamer: Esta palabra en inglés, que no traduje, se utiliza para designar a los barcos a vapor.

Garzón: Del francés “garçon”. Joven mancebo, mozo.

Pies: 1 pie = 0,3048 m. Por lo tanto, 5 pie equivalen a 1,52 m; 50 pie equivalen a 15,24 m.

Calamus: “Calami” en el original, es un género de plantas de la familia Arecaceae. Los tallos pueden crecer hasta 200 m de longitud.

Jalapa: “Scialappa” en el original, es una planta de cuyas semillas se extrae un aceite utilizado en aplicaciones industriales. Se la conoce más comúnmente como tártago (Euphorbia lathyris).

Búfalo salvaje: Llamado “búfalo de agua salvaje” (Bubalus arnee) es un bovino nativo del sudeste asiático, actualmente en peligro de extinción, que llega a los 1.200 kg con una longitud de 240 a 300 cm y una altura de 1,50 a 1,90 m. Ambos sexos poseen cuernos pesados.

Comedores de hueso: Por la descripción que hace Salgari, se trata sin duda del “marabú argala”.

Brazas: 1 ftm = 1,8288 m. Por lo tanto, 500 ftm equivalen a 914,40 m; 600 ftm equivalen a 1.097,28 m; 50 ftm equivalen a 91,44 m.

Ghrab: “Grab” en el original, es uno de los varios tipos de dhow (embarcación a vela de origen árabe).

Cestonada: “Gabbionata” en el original, es una fortificación hecha con cestones o gaviones (cilindros llenos de tierra para defenderse de los tiros).

Babor: Lado o costado izquierdo de la embarcación mirando de popa (atrás) a proa (adelante).

Millas: 1 mi = 1,609344 km. Por lo tanto, 0,5 mi equivalen a 0,80 km.

Bombay: Es la capital del estado federal de Maharashtra en la India. Es la ciudad portuaria más importante con casi el 40% del tráfico exterior del país.

Teca: “Tek” en el original, es un árbol de la familia de las Verbenáceas, que se cría en las Indias Orientales, corpulento, de hojas opuestas, grandes, casi redondas, enteras y ásperas por encima. Su madera es tan dura, elástica e incorruptible, que se emplea preferentemente para ciertas construcciones navales.

Masteleros: “Alberetti” en el original, es el palo o mástil menor que se pone en los navíos y demás embarcaciones de vela redonda sobre cada uno de los mayores, asegurado en la cabeza de este.

Estribor: Lado o costado derecho de la embarcación mirando de popa a proa.

Regala: “Capo di banda” en el original, es el tablón que cubre todas las cabezas de las ligazones en su extremo superior y forma el borde de las embarcaciones.

Ciudad Blanca: O “White Town” en inglés, era el nombre con el que a mediados del S.XIX se conocía en Calcuta al área británica alrededor del barrio Chowringhee, donde estaban los edificios públicos.

Cornwall: Existen varios buques de la Marina Real con el nombre de “Cornwall”. Pero de la época en que transcurre la historia (1853) podría ser la “HMS Wellesley” (1812-1940) de tercer grado de 74 piezas de artillería construido por la Compañía Británica de las Indias Orientales en Bombay, que posteriormente, en 1868 fue rebautizado como “TS Cornwall”. Recordar que Salgari escribió la novela en 1887.

Unko: “Ungko” en el original, es una de las tres subespecies del “Hylobates agilis”, llamado también “gibón ágil de tierras bajas”. Primate del sudeste de Asia, Sumatra y Borneo que alcanza un peso promedio de 5,5 kg, una longitud de 40 a 60 cm y no posee cola.

Axis: Por la descripción de Salgari, hace referencia al “Axis axis”, comúnmente llamado “axis”, “chital” o “ciervo moteado”. Habita en Asia y posee, durante toda su vida, manchas blancas en su piel marrón. Alcanza 1,20 y 1,50 m de longitud y un peso de entre 70 y 90 kg.

Milanos: “Nibbi” en el original, es un ave diurna del orden de las rapaces, que tiene unos 70 cm desde el pico hasta la extremidad de la cola y 1,5 m de envergadura, plumaje del cuerpo rojizo, gris claro en la cabeza, leonado en la cola y casi negro en las penas de las alas, pico y tarsos cortos, y cola y alas muy largas, por lo cual tiene el vuelo facilísimo y sostenido. Se alimenta con preferencia de roedores pequeños, insectos y carroñas.

Gypaetus: “Gypaeti” en el original, es una especie de ave más conocida como “quebrantahuesos”. Es un buitre que remonta huesos y caparazones hasta grandes alturas para soltarlos y partirlos contra las rocas.

Busardos: “Bozzagri” en el original, nombre común con el cual se denomina al buteo, género de aves accipitriforme, de tamaño mediano, con un cuerpo robusto y fuertes alas. En hispanoamérica se los conoce como gavilanes.

Ibis negro: “Ibis brune” en el original, corresponde al “Pseudibis papillosa”, especie de ave pelecaniforme de la familia Threskiornithidae de Pakistán e India.

Cormorán: “Marangoni” en el original, también llamado “cuervo marino” es un ave palmípeda del tamaño de un ganso, con plumaje de color gris oscuro, collar blanco, cabeza, moño, cuello y alas negros, patas muy cortas y pico largo, aplastado y con punta doblada. Nada y vuela muy bien, habita en las costas y alguna vez se la halla tierra adentro.

Focha: “Folaghe” en el original, otro de los nombres con que se conocen a las gallaretas. Es un ave de la familia Rallidae.

Patos brahmánicos: “Anitre braminiche” en el original, es el nombre con el cual se conoce al “tarro canelo” (Tadorna ferruginea) en la India.

Kidderpore: “Kiddepur” en el original, es un barrio de la ciudad de Calcuta, ubicado en el centro oeste sobre el río Hugli. También recibe el nombre de Khidirpur.

Pariah: Según el libro “Il costume antico e moderno...” (G. Ferrario, 1829), se trata de embarcaciones en muy mal estado. Paria, también es el habitante de la India, de ínfima condición social, fuera del sistema de las castas.

Costa de Coromandel: Es el nombre dado a la franja marítima de Tamil Nadu, en el sudeste de la India, bañada por el océano Índico.

Dacca: Nombre con el que se conocía a la capital de Bangladés. Actualmente es “Daca” y posee 11 millones de habitantes.

Vela cuadra: “Vela quadrata” en el original, también llamada “vela cuadrada”, es el tipo de vela utilizado por los barcos de vela. Tienen forma rectangular o trapezoidal y trabajan en ángulo recto respecto del rumbo de la nave.

Bastimento: Barco.

Squares: Mantuve la palabra utilizada por Salgari. Proviene del inglés y significa “plazas”.

Contramaestre: “quartier-mastro” en el original, para la Marina Real es el marinero cuya función es la de timonel, o sea, la persona que gobierna el timón de la nave. En puerto es responsable de la seguridad.

Devonshire: Existen varios buques de la Marina Real con el nombre de “Devonshire”. Pero de la época en que transcurre la historia (1853) podría ser la “HMS Devonshire” (1812-1869) de tercer grado de 74 piezas de artillería construido por Deptford Barnard en Londres.

Coronamiento de popa: “Coronamento di poppa” en el original, es la parte de la borda que corresponde a la popa del buque.

Toldilla: “Tolda” en el original, es la cubierta parcial que tienen algunos buques a la altura de la borda, desde el palo mesana al coronamiento de popa.

Chalupa: Embarcación pequeña, que suele tener cubierta y dos palos para velas.

Ghat: “Ghât” en el original, viene del hindi, que significa “peldaño” y designa una escalinata o gradería que conduce hasta un río, lago, estanque o piscina.

Malabares: “Malabari” en el original, naturales de Malabar, región del sur de la India.

Brahmanes: “Bramini” en el original, miembros de la primera de las cuatro castas tradicionales de la India.

Marwares: “Morwari” en el original, naturales de Marwar, región del sudoeste de Rajastán, un estado de la India.

Palanquines: “Palanchini” en el original, especie de andas usadas en Oriente para llevar en ellas a las personas importantes.

Rath: “Ratt” en el original, son carrozas de madera con grandes ruedas y adornadas con motivos religiosos para uso en festivales.

Escabel: Asiento pequeño hecho de tablas, sin respaldo.

Faquir: “Fakiro” en el original, en la India, asceta que practica duros ejercicios de mortificación.

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