viernes, 17 de mayo de 2013

XVIII. Negapatnan


La villa del capitán Harry Macpherson, se elevaba sobre la orilla izquierda del Hugli, ante una pequeña bahía en la que flotaban varias donga y algunos moor-punkee.
Era uno de esos palacetes que se llaman en India bungalow, elegante, comodísimo, de un solo piso, alzado sobre un basamento de ladrillos y coronado por un techo piramidal. Una galería sostenida por columnas, llamada veranda, y que terminaba en una amplia terraza, giraba en torno reparada por densas esteras de cocotero.
A derecha y a izquierda se extendían bajos edificios y cobertizos, destinados para la cocina, la remesa, la caballeriza y los cipayos, sombreados de palmeras tara, de latania y de no pocos pipal y de nim, árboles de tronco enorme y de follaje denso y oscuro, que hoy están en gran parte desaparecidos de las grandes planicies del delta gangético.
El capitán Macpherson entró en el palacete dejando a los cipayos en la puerta, recorrió una larga fila de estancias amuebladas simplemente pero elegantes, con sillas altas inmensas y mesas y mesitas de caoba y subió a la terraza reparada por una gran tienda. Bhârata no tardó en alcanzarlo arrastrando a viva fuerza al estrangulador Negapatnan.
—Siéntate y hablemos —dijo el capitán, indicando al estrangulador un asiento de sutiles bambúes entrelazados.
Negapatnan obedeció haciendo chirriar las cadenas que le aprisionaban las muñecas. Bhârata se colocó a su lado, poniéndose delante un par de pistolas.
—Tú entonces has dicho que me conoces —dijo el capitán Macpherson, fijando sobre el indio una mirada aguda como la punta de un alfiler.
—Te dije que eras el capitán Harry Corishant —respondió el estrangulador—, el padre de la virgen de la pagoda sagrada.
—¿Cómo me conoces?
—Te vi varias veces en Calcuta. Una noche es más, te seguí, esperando estrangularte, pero el golpe no tuvo éxito.
—¡Miserable! —exclamó el capitán, pálido de ira.
—No se irrite por tan poco —dijo el estrangulador, sonriendo.
—¿Recuerdas tú, la noche en que mi hija fue raptada?
—Como si fuera ayer. Era la noche del 24 de agosto de 1849. Negapatnan siempre estaba a la cabeza de todas las empresas de los thugs —dijo el indio con orgullo—. Fui yo a hundir la puerta y a raptar a tu hija.
—¿Pero no tiemblas tú, al narrar semejantes cosas al padre de aquella infeliz?
—Negapatnan jamás tembló.
—Pero yo te quebraré como una caña.
—Y los thugs te quebrarán como a un jóven bambú.
—Eso lo quiero ver.
—Capitán Corishant —dijo gravemente el estrangulador—, por encima de los que dominan la India hay un poder oculto y terrible que nada teme. Las cabezas coronadas se inclinan bajo el soplo de la diosa Kali, nuestra señora. ¡Tiemblan!
—Si Negapatnan jamás tembló, el capitán Macpherson jamás tendrá miedo.
—Me lo dirás el día en el que el lazo de seda te estreche la garganta.
—Y tú me lo dirás el día en que el hierro incandescente calcine tus carnes.
—¿Es para hacerme morir entre torturas, que me han hecho conducir aquí?
—Sí, si no traicionas el secreto de los thugs. Sólo con este pacto podrás salvar la vida.
—¡Ah! ¿Tú vas a hacerme hablar? ¿Y sobre qué?
—Soy el padre de Ada Corishant.
—¿Y bien?
—No he perdido aún la esperanza de volver a verla entre mis brazos.
—Continua.
—Negapatnan —dijo el capitán con voz profundamente conmovida—. ¿Nunca tuviste una hija tú?
—¡Oh! ¡nunca! —exclamó el estrangulador.
—¿Nunca has amado siquiera?
—Nunca, excepto a mi diosa.
—Yo amo a mi pobre hija, al punto que daría toda mi sangre por su libertad. Negapatnan, dime dónde está, dime dónde puedo encontrarla.
El indio permaneció impasible como una estatua de bronce.
—Yo te perdonaré la vida, Negapatnan —El indio aún callaba—. Te daré cuanto oro tú quieras, y te conduciré a Europa a fin de sustraerte a la venganza de tus compañeros. Te haré dar un grado en el ejército inglés, te abriré el camino para llegar a la cima, pero dime dónde está mi Ada.
—Capitán Macpherson —dijo el estrangulador, torvo el rostro—. ¿Su regimiento no tiene una bandera?
—Sí, ¿y por qué tal pregunta?
—¿No ha jurado lealtad a esa bandera?
—Sí.
—¿Serías capaz de traicionarla?
—¡Oh nunca!
—Pues bien, yo he jurado lealtad a mi diosa, que es mi bandera. Ni la libertad que me prometes, ni tu oro, ni los honores sacuden mi fe. ¡Yo no hablaré!
El capitán Macpherson se había alzado recogiendo de tierra un azote. Se había puesto rojo como una brasa, y sus ojos fulguraban de rabia.
—¡Monstruoso reptil! —exclamó furioso.
—No me toque con esa fusta, que desciendo de un rajá —gritó el estrangulador torciendo las cadenas.
El capitán Macpherson, por toda respuesta alzó el azote y trazó en el rostro del prisionero un surco sangriento. Un rugido de fiera salió de los labios del estrangulador.
—Mátame —dijo con un tono de voz que nada tenía de humano—. Mátame, porque si no lo haces te arrancaré las carnes de los huesos trozo a trozo.
—Sí, monstruo, te mataré, no tengas temor, pero lentamente, gota a gota. Bhârata, arrástralo hasta el subterráneo.
—¿Debo torturarlo? —preguntó el sargento.
El capitán Macpherson dudó.
—No todavía —dijo a continuación—. Lo dejarás veinticuatro horas sin agua y sin comida como para comenzar.
Bhârata aferró al estrangulador a mitad del cuerpo y lo arrastró fuera, sin que éste opusiera resistencia.
El capitán Macpherson, arrojando lejos de sí el azote, se puso a pasear por la terraza con pasos agitados, sombrío, meditabundo.
—Paciencia —dijo con los dientes apretados—. Aquel hombre me confesará todo, aunque tenga que arrancarle cada palabra a golpes de hierro incandescente.
De pronto se detuvo alzando vivamente la cabeza. De uno de los recintos había partido un formidable barrito, propio del elefante que siente la proximidad de un enemigo.
—¡Oh! —exclamó—. El barrito de Bhagavadi.
Se inclinó sobre el parapeto de la terraza. Los perros del bungalow hicieron oír sus ladridos y por encima de un recinto apareció la gigantesca trompa de un elefante que emitió un segundo barrito aún más fuerte.
Casi al mismo tiempo, a unos trescientos metros del bungalow, se lanzó en el aire una masa negra, dotada de una extraordinaria agilidad, que enseguida cayó escondiéndose entre las hierbas.
El capitán no llegó, debido al incierto resplandor, a distinguir lo que era.
—¡Hola! —gritó.
El cipayo que velaba bajo el cobertizo, salió con la carabina bajo el brazo.
—Capitán —dijo, volviendo hacia arriba la cara.
—¿Has visto algo?
—Sí, capitán.
—¿Era hombre o bestia?
—Me pareció un animal. Se alzó a trescientos metros de aquí.
La masa negra de antes volvió a dar un salto. El cipayo lanzó un grito de terror.
—¡El tigre...!
El capitán se lanzó hacia su carabina, la armó y disparó detrás del animal que huía, con saltos gigantescos, hacia la jungla.
—¡Maldición! —exclamó con rabia.
El felino a la detonación se había detenido, haciendo oír un sordo maullido, luego se internó entre el bambú con mayor rapidez.
—¿Qué sucede? —preguntó Bhârata, precipitándose en la terraza.
—Tenemos un tigre en los alrededores —respondió el capitán.
—¡Un tigre! ¡Es imposible, capitán!
—Lo he visto con mis propios ojos.
—¡Pero los hemos destruido a todos!
—Parece que uno se ha escapado de nuestras carabinas.
—¿Lo ha golpeado al menos?
—No lo creo.
—Ese animal nos dará molestias, capitán.
—Por poco tiempo, te lo prometo. No me gustan semejantes vecinos.
—¿Lo cazaremos entonces?
El capitán miró su reloj.
—Son las tres. Dentro de una hora cuento con salir sobre Bhagavadi y dentro de dos tener la piel del tigre.

ACLARACIONES DE LA TRADUCCIÓN

¡Gracias Edmundo por tu ayuda en la traducción del término “veranda”!

Nuevamente corregí el año del rapto, siendo que en el original figuraba 1853.

El comentario de Salgari sobre que los árboles “...hoy están en gran parte desaparecidos de las grandes planicies del delta del Ganges...” es un error de interpretación sobre un texto del libro “L'India vaggio nell'India centrale e nel Bengalia” (Louis Rousselet, 1877). Rousselet dice que después de haber cambiado de región ciertas plantas desaparecieron.

Bungalow: “Bengalow” en el original, voz inglesa de “bungaló”, una casa pequeña de una sola planta que se suele construir en parajes destinados al descanso. El origen de la palabra hace referencia a “bengalí” y puede ser tomado como “casa en el estilo bengalí”.

Veranda: “Varanga” en el original, es una galería, porche o mirador de un edificio o jardín. Viene del hindi varandā.

Estera: Tejido grueso de esparto, juncos, palma, etc., o formado por varias pleitas cosidas, que sirve para cubrir el suelo de las habitaciones y para otros usos.

Remesa: Antiguamente, lugar para encerrar los coches.

Nim: Nombre común del árbol “Azadirachta indica”, perteneciente a la familia Meliaceae originario de la India y de Myanmar. Puede alcanzar de 15 a 20 metros de altura y posee follaje abundante todo el año. Su tronco es corto y recto y puede alcanzar 120 cm de diámetro.

Caoba: “Acajù” en el original, árbol de América, de la familia de las Meliáceas, que alcanza unos 20 m de altura, con tronco recto y grueso, hojas compuestas, flores pequeñas y blancas en panoja colgante y fruto capsular, leñoso, semejante a un huevo de pava, cuya madera es muy estimada.

Fusta: “Frusta” en el original, es una vara flexible o látigo largo y delgado que por el extremo superior tiene una trencilla de correa, que se usa para estimular a los caballos.

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